jueves, 30 de diciembre de 2010

EN EL BORDE



Se sabía al borde de la locura
si fallaba el control 
vendría una disolución total

Su cuerpo en asedio
se desgarraba
gritaba 
destruía

Más temprano que tarde 
volvería la paz
no la real pero algo parecido
y con ella el arrepentimiento

Quiere salir de esta  vida  en escarpe
cansada de un pasado que no pasa
de un futuro que no promete 
de un presente que se va

 

2006

Tres Sonetos votivos de Tomás Segovia

Tres sonetos votivos

I
Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal suerte
que tan sólo aborrezco ya la muerte
porque no me podré acostar contigo;
si tantos sueños lúbricos abrigo;
si ardiente, y sin pudor, y en celo, y fuerte
te quiero ver, dejándome morderte
el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo;
si quiero que conmigo, enloquecida,
goces tanto que estés avergonzada,
no es sólo por codicia de tus prendas:
es para que conmigo, en esta vida,
compartas la impureza, y que manchada,
pero conmovedora, al fin me entiendas
II
¿Qué sabes tú, qué sabes tú apartada
injustamente en tu cruel pureza;
tú sin vicio, sin culpa, sin bajeza,
y sólo yo lascivo y sin coartada?
Rompe ya esa inocencia enmascarada,
no dejes que en mí solo el mal escueza;
que responda a la vez de mi flaqueza
y de que tú seas hembra y encarnada;
que tengas tetas para ser mordidas,
lengua que dar y nalgas para asidas
y un sexo que violar entre las piernas.
No hay más minas del Bien que las cavernas
del Mal profundas; y comprende, amada,
que o te acuestas conmigo o no eres nada.
V
Toda una noche para mí tenerte
sumisa a mi violencia y mi ternura;
toda una larga noche sin premura,
sin nada que nos turbe o nos alerte.
Para vencerte y vencerte y vencerte,
y para entrar a saco sin mesura
en los tesoros de tu carne pura,
hasta dejártela feliz e inerte.
Y al fin mirar con límpida mirada
tu cuerpo altivo junto a mí dormido
de grandes rosas malvas florecido,
y tu sonrisa dulce y fatigada,
cuando ya mis caricias no te quemen,
mujer ahíta de placer y semen.

TOMÁS SEGOVIA

martes, 7 de diciembre de 2010

TARDE DE ESPERA, CAFE Y LIBROS.

  ...el café sabe a hierba....picante, recién cortada.La tarde de verano, no quiere morir.     La luna, la que de niña creí que salía sólo de noche, está en creciente y son las seis. ¿Qué le pasa al mundo que parece del revés? Hay tres personas en el café esta tarde: un hombre que no sé si espera  o sólo encontró este rincón agradable sin nada que esperar; y una pareja ¿amigos o novios? Juntas sus cabezas leen un libro que imagino de amor, ¡no! ...ahora veo el título, se titula "Hitler" quizá es una tarea escolar y el horror se convertirá en una ficha bibliográfica.             En fin son las seis, la tarde alunada huele a café, a tarea escolar y a esperanza.   Como siempre no pertenezco a nada ni a nadie, excepto a mí.             Sola como tantas veces…. Hago tiempo y me vivo en la espera que me permite comprobar qué cierta es la relatividad del tiempo: todo está en ralentí, la luna, la tarde, el mundo…hasta la melodía en el altavoz suena con un ritmo diferente,...a ralentí.  También las emociones se aletargan en esta tarde sin fin y las sombras se alargan, a diferencia de este octubre que avanza irrevocable.

...ME CUIDABA UN LEÓN

   

 

                                                                  Para Paulina, ella sabe por qué…

Hace años sufrí del amor un desengaño y, por demasiado tiempo, me sumergí en sucesivos escenarios de ira, deseos de morir, inconsciencia y dolor. El hombre que amaba me desgarró la vida y como venganza me condené  a la soledad.
Finalmente anhelé que esto terminara y, harta de dañarme, desperté un día decidida a descorrer  el velo que me impedía vivir. 
 Primero ensayé, con muecas, a remedar la risa y luego aprendí con franqueza sonreír.  Puede ver lo verde que eran los árboles, que la mañana era una promesa -como siempre- y las noches fiesta y descanso como es obvio, pero hasta ese día lo supe. Por eso me animé a aceptar tu cita e ir a conocerte bajo el  “Arco de la calzada"  de León.
Te esperé una hora bajo las letras plateadas de uno de los pilares mientras me aturdía un tráfico indiferente y a mi lado pasaban unas niñas con uniformes abrillantados por el uso;  luego vi a un joven de cabeza a rape con un tatuaje en el brazo que no pude descifrar; en la esquina un anciano tocaba el organillo, en tanto un hombre en  una banca fumaba  un puro corriente, que con su olor, enervaba la tarde.
Pasaron dos horas y te seguía esperando, pero ahora en la banqueta de enfrente, recargada en una reja que en otro tiempo fue roja. No sé por qué su desvaído color provocó en mí un sentimiento de gran desolación, tanto que temblé de cuerpo entero con los ojos cerrados y, por un instante, me arrepentí de estar ahí.
Perseveré en aguardarte pero después de tres horas pensé que nunca llegarías, aunque anocheciera y volviera a amanecer.  Los pájaros de la calzada iniciaron el ritual del sueño, la luz dorada de la tarde encendió las apagadas de neón, sopló una brisa que pastoreaba hojas y papeles mientras una música alegre se oyó en un callejón.
Fue entonces que vi a aquel hombre recargado en el muro de Arcadia, abrazaba un portafolios y algo parecía esperar, en su cara se barruntaban nubes de exilio y  vio, sin ver realmente, un mapa de las rutas del camión.
Salió la luna y arreció el viento de Enero, la gente ya no caminaba, corría; yo cansada de tu demora sólo quería dormir. Pero quise creerte y para dar tiempo al tiempo fui  a comprar un café que bebí con deliberada mesura para justificar una prórroga en la espera de ti.

Regresé a la que ya era mi ventana con su reja: mi rincón. Entonces  de una casa salió una anciana que me ofreció una silla y pude descansar. Arriba del Arco, el León enseñoreaba vigilando su ciudad, llegó la noche y en lo oscuro cintilaban las estrellas mientras la luna menguaba sin cesar.
Terminando mi café el  hombre de Arcadia dejando su muro caminó hacia mí, con un simulacro de sonrisa me preguntó por la terminal de  los camiones, como entendí que era una pregunta sin sentido sólo le respondí  por platicar.
A esas horas ya éramos dos parados en la espera: le pregunté la hora y me señaló a un pájaro dormido; le ofrecí mi silla  pero no la aceptó; le pregunté su oficio…me platicó su vida; él por el mío...¿que podría contestar?
        Si acaso en ese lapso llegaste o no lo hiciste, no me di cuenta ni importó, porque una nueva vida me rodeaba y supe que mi cita no era contigo, era con la música, la luna, los pájaros, el arco y su poema... la ciudad.

Tú ahora ni nunca has existido, al otro hombre solamente lo soñé, cuando aquella tarde de Enero me quedé dormida  mientras, desde arriba del arco, me cuidaba un León.


--
María Elena Gómez


jueves, 18 de noviembre de 2010

HOJA SUELTA...CON AURA


         Mamá ha muerto, y mis hermanos han delegado en mí la labor de revisar y ordenar sus objetos íntimos, “son cosas de mujeres” me han dicho. Por supuesto que ellos ya han dado cuenta de todo lo de valía; es un trabajo que no me gusta, no hay nada que merezca la pena: vestidos pasados de moda, perfumes añejos, bisutería sin valor, medicinas para males desconocidos, recuerdos de bautizos, primeras comuniones o bodas, estampitas, recetas médicas y esquelas.; sin embargo tengo la tranquilidad de estar a solas y tal vez sea la última oportunidad para reconciliarme con esa mujer casi desconocida que fue mi madre.
Ya sólo falta empacar los papeles y los libros: ediciones baratas de novelas españolas en las que el amor siempre triunfa, textos escolares de cuando éramos niños, calendarios de cromos, recetas de cocina, directorios telefónicos, revistas de tejidos y cosas por el estilo.
Cansada y empolvada de tiempo ido, a punto de meter todo en una caja y no revisar más, encuentro un pequeño cuadernito de pasta dura, tiene una chapa y su llave cuelga de una cinta azul de seda, en la tapa tiene impreso un corazón y la leyenda “Mi Diario”, ¡que cursi! Me da risa, supongo que es de cuando mamá era adolescente, lo abro y comienzo a leer algunos de sus días. El único que atrapó mi atención fue el siguiente fragmento:



5 de diciembre de 1962

Querido Felipe, hoy finalmente me enteré del fin que tuvieron tus pasos, fue inútil la espera de una carta en la cual tú me explicaras lo sucedido, y confieso, que a pesar de leer y releer lo que tengo en mis manos, no entiendo. Hasta ayer, sólo tenía en la cabeza noticias y sucesos inconexos, que por fin encontraron su lugar gracias a tu escrito.
Todos nuestros planes se cumplirían cuando al fin pudieras terminar tu gran obra sobre los descubrimientos y conquistas españolas en América, en la que teníamos toda la fe de que sería un éxito, no sólo literario, sino económico. No niego que acepté ser tu compañera en la espera, y conocedora de tu escaso sueldo como maestro, entender también el que buscaras otro empleo, que te diera el capital que soportara el tiempo requerido para la investigación y posterior impresión de la misma.
Lo último que supe de ti, fue que te vieron varios días en aquel café de Chinos, en el que pasabas gran parte de la mañana revisando los avisos de colocación, ahora sé que finalmente encontraste una solicitud interesante y que para justificar lo que ocurrió después, cuentas que era un aviso dirigido a ti en el que sólo faltaba: “Se solicita Felipe Montero” escrito en letras negras y grandes. Me extraña, Felipe, que tan  meticuloso y ordenado como eres, no tuvieras cautela.
Mi madre me dice que no es raro que un joven de veintisiete años sea amigo de la aventura, ella cree que te fuiste de México, tal vez a París, ciudad de la que estás enamorado y en la que ella jura tienes una mujer.
Odio que me diga esto, porque tengo celos y ¡como no tenerlos!, si te quiero y  te recorro con la imaginación y veo tus ojos negros, tan profundos que parecen vivir en una ensoñación constante del pasado, tal vez por la sombra de tus cejas pobladas y perfectas; cómo odio a mi madre cuando me planta en la mente la idea de otra mujer, que yo imagino despeinando tu pelo oscuro y lacio o besando tu boca carnosa de ángel barroco mexicano.
 Cómo evitar esta sensación de locura, que me invade cuando leo que ahora te sientes poseído por un placer que jamás habías conocido, que sabías parte de ti, pero que sólo ahora experimentas plenamente, liberándolo, arrojándolo fuera porque sabes que esta vez encontrará respuesta.

 Felipe, la última vez que nos vimos te pregunté, como siempre lo hacía, en ese juego romántico y eterno de los amantes: ¿me quieres? Y tú me contestaste que sí y que me amarías siempre:  -¿me lo juras?,-te lo juro-, -¿aunque envejezca?, -siempre, mi amor, aunque me muera-
Me llevabas al cielo con tus palabras y me lanzaste al infierno cuando me di cuenta que esa misma profesión hiciste entre los brazos de otra mujer.
¿Por qué no te salvaste, Felipe? ¿Por qué no saliste huyendo de ahí cuando te inquietó la doble presencia de algo que fue engendrado en la noche o al invadirte la tristeza que en voz baja te insinuó que buscaras tu otra mitad? ¿O cuando sospechaste con profunda melancolía que la relación estéril de ese día oscuro engendró tu propio doble? ¿Por qué no huiste  para salvarnos, cuando viendo aquel retrato descubriste que él, ese hombre que te veía desde el daguerrotipo de otro siglo, eras tú?

Recuerdo que días después de que te fuiste, sucedió que en la noche doblaron las campanas, no era hora para su tañido, era locura.  Tocaban a rebato de algo urgente; sonaban a porcelana, a inmolación, a muerte; las nubes cubrieron la luna y yo, escuchando aquel sonido, hundí la cabeza con dolor, porque presentí que a esa hora se sellaba mi destino.  Ahora sé que esa noche a  nuestro amor se lo llevó el aire, junto con tu juventud y tu memoria.
 Felipe, aún sin entender por qué pasó lo que ha pasado, lo sé todo. No  escribirás ya  la obra sobre los descubrimientos españoles, no eres más un investigador, te has vuelto novelista, y tu historia, que tiene un Aura de aberrante posesión, de hechizo verde y de siniestro sacrificio, la firmaste con un seudónimo: Carlos Fuentes.


                                                                                            María Elena Gómez V.
                                                                                                 20/04/04

jueves, 4 de noviembre de 2010

LA CRUZ DE SANTA ROSA


                                                                                          Para María de Lourdes

Cuando era una niña, tener paseo al campo los fines de semana parecía tan natural que hasta después supe que era un privilegio: respirar el olor del encino, ser envuelta por la libertad del viento, estar con mi familia y, teniendo "una Cruz", ser feliz  en Santa Rosa.  Qué lejanos y apacibles veo esos domingos de sierra, primos e inocencia.
En un cerro arquetípico, estaba clavada una cruz, enorme, austera e irreal, ella era el centro ,  destino inexcusable de nuestros paseos. 


Luego, crecimos. Cada quien tomó su ruta en la vida , yo preocupada por sobre-vivir, olvidé la sierra.

Pasaron los años y hace veintiuno, sin darme cuenta cómo ni a que hora ,  perdí a mi hombre, y con él mis sueños, la alegría y lo que es más grave: el mapa del camino para volver a casa.
Fue una larga temporada de miedo porque me encontraba desarmada desde el pelo hasta los dientes y si reía, era sólo un simulacro. Tiempo de un corazón vestido a harapos por una derrota vulgar pues nunca tuvo un tinte de heroísmo; y minuto a minuto, segundo a segundo, me fui convirtiendo en una extraña de mí misma. Quise encontrar un culpable del dolor de mi exilio, pero no pude y tuve que verme convicta, al menos de inocencia.
Por vivir llorando me olvidé de todo. 

Tú, María de Lourdes, viéndome perdida, me sacudiste con el viento de la infancia evocando los signos del paisaje con los aromas y colores de los fines de semana.
Me llevaste a contra-tiempo a ese pasado y a pesar de que me encontraba hundida hasta el hueso del corazón en un pantano de tristeza, me sacaste a flote diciéndome: "Acuérdate de dónde venimos". -Entre nosotras, este es un lenguaje andamiado con claves-.

Pude entonces abrir los ojos e iniciar la vuelta. 
No fue fácil porque al principio tuve que atravesar el baldío de mi soledad a oscuras. Era como ser un borrón y no me quedaba más que entregarme a algo parecido a una tormenta.
Después fue menos arduo, porque me atreví a romper con caducas creencias y darme cuenta que este exilio era menos una aventura y más la muerte.
Más simple fue aceptar que las señales del regreso eran sencillas y posibles: invocarme reviviendo los sentidos y el alma, sabiendo que en ellos se anclaban mapa, brújula y destino.
 Con tus palabras me diste un salvoconducto para volver a ese pedazo de tierra dulce y viva; generosa en verdes, agua y vientos. Mundo coronado con una cruz que años después un rayo hizo rodar por tierra.

Derribada ella y nosotras adultas, regresamos a renovarle nuestra devoción y mientras bailabas a su lado, yo le recitaba palabras de un poeta. Luego, como último homenaje, nos dormimos en sus brazos.
Aunque esté lejana, nos late dentro, y aún  tirada en la tierra sigue siendo puntal de nuestra infancia.

Regresaré a la sierra y aunque de la Cruz sólo encontraré  en la tierra sus astillas, me verá sobreviviente de innumerables guerras perdidas. Volveré y en lo que fue su base, depositaré un exvoto con la promesa de perdonarme y recuperarme. Iré allá con mi madurez a cuestas a reconocer  el lugar "Del que venimos".

                                                                       María Elena Gómez   octubre 2010

lunes, 1 de noviembre de 2010

SURREALISMO

Te adentraste en la sombra caminando y yo, como hace días, te seguía sin preguntar; sólo silencio entre nosotros mientras nos rodeaba el bullicio de la selva.  Mientras yo envolvía con la mano derecha la pulsera de esmalte oriental que llevaba en el brazo izquierdo, tu veías obsesivamente tu reloj, como si fuera una brújula muda que de nada servía; cada uno se aferraba a su objeto como si se tratara de amuletos.
.
No te quitaste los pantalones de lana a pesar del agobio del calor y la humedad;  yo, más intolerante, me arremangué la larga falda de terciopelo negro. ¿Quién nos iba a decir lo inadecuada que resultaría nuestra ropa cuando nos vestíamos de fiesta hace apenas unos días?.
Detrás de nosotros, el inicio del sendero se iba perdiendo entre las pendientes y curvas de su trazo y el sol miraba con una tristeza de ocaso al mundo.
Todo estaba bien mientras estuviéramos perdidos, porque no estaría sola. Ya sabía, sin que me lo anunciaras, que una vez que encontráramos el pueblo ahora perdido de Urucará , tú volverías a tu país, que al recordarlo te parecía de ficción por sus casi eternas nieves.

Mientras las hojas se mecían como si flotaran en un océano de brisa que llegaba del sur, detuviste tus pasos y te volviste a mirarme. Aunque se reflejaba en ti la luz de un sol que moría,  no pude verte en tonos de oro, sólo te veía en tonos de grises....quizá por el temor a que ahora sí, empezarías a hablar y yo recordaría algo que quería olvidar: que desconocía tu lengua y de ti....todo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

LA RIÑA

 Vivía recluida en una casa  oscura y fría, alimentándose tan sólo de rumores, chismes y dolores ajenos, excepto los domingos, cuando también comía gelatinas del barrio. Aparentaba ser fuerte, pero era débil y cobarde;  simulaba dulzura y, a pesar de que poco salía de su casa, era el terror de hijos, parientes y vecinos. Su guarida estaba muy bien vigilada por una amazona de pelo en bigote, llamada Felisa, esta cuidadora de las puertas y poseedora de todas las llaves de la casa, incluso la llave maestra, tenía una dual relación con su ama: abuso y falso afecto.  ¡Era agresiva, la tal Felisa! y al hablar escupía saliva, rencor y roña. Esta bestial mujer llegó a devorar a más de un niño como si fuera cacahuate. Sólo tenía una debilidad: su afecto irracional por Juan Jinete, el hijo mayor de la Doña, su ama.

Esta se llamaba Consuelo y a pesar de que en su juventud fue bella, se ha ido convirtiendo en una masa plasma, que padece de brutales dolores de artritis y cada hora produce sonidos con putrefacto olor. Se alimenta del miedo que genera y su estómago está lleno de la tristeza de otros que –según afirma- es el mejor manjar. Sus labios arrugados se ven manchados de barato carmín y baba que cuelga como pus y, alrededor de sus ojos ardorosos, su piel se estrella en profundas huellas.

Esta mujer que más parece bruja,  tiene dos hijos y sabe bien que eso que siente  por ellos no es amor:  lo que late en su pecho es hostilidad y odio; ella es la jefa de una guerra sin motivo ni fin entre los dos. El mayor se llama Juan Jinete y el menor Fernando Fuego. Herederos ambos del antiguo imperio de odio,  resentimiento y aversión de su madre, y de la madre de esta, y de la madre de la madre abuela, construido con empeño por generaciones  hace de ambos expertos rivales. De todo pelean incitados por su madre, siempre por cosas banales como el jergón, la frazada, la taza y el agua; por ir adelante o atrás cuando caminan; porque uno tiene un jubón rojo y el segundo lo quería. Por supuesto que al ser sucesores de rencillas tan añejas, estas no tienen sentido, ni fin, ni ganador.

Una noche la bruja/madre se encontraba famélica porque no había visto a nadie de quien comer su cotidiana ración de desazón y sufrimiento o, al menos, con quien entablar habladuría, salió a la calle gritando: "¡Muero de hambre!" y al primer cristiano que encontró a su paso lo destrozó con brutales golpes de innobles palabras -cómo sólo ella sabia hacerlo- para tragar su llanto. Esa noche Juan Jinete fue testigo, por vez primera, de la dieta de su madre y al verla descontrolarse con tan intensa ansiedad, urdió un plan con Felisa, ardid que ingenuamente creyó resolutorio para acabar con su madre y quizá, -sólo quizá-  aplacar la riña eterna con Fernando su hermano. Con engaños embriagó a la Doña de vino corriente y leche de rata. Todo soportaba esta mala mujer excepto la lactosa, y con el estómago revuelto de alcohol y leche, Felisa la semidesnudó, entre ambos le colocaron máscara y sombrero y Juan la encaminó a la avenida que llevaba a la plaza. Con el vientre blanco y gelatinoso al aire, desbordadas sus carnes adiposas y flácidas, caminaba a tropezones con sus piernas enredadas con telarañas de varices bajo la mirada atónita del populacho.

Era un día de carnaval y en el kiosco tocaba la banda música grupera. Toda la gente al verla se unía al corrillo que le hacían carcajadas, burlas y asco. Por ebria ella no entendía y se consternaba por la bulla que causaba a su paso.
¡Fernando  Fuego! gritó Felisa la portera-amazona, con mugre en bozo, desde la puerta, ¿ya viste el espectáculo? Como el joven dormitaba, de nada se había dado cuenta. Salió furioso porque le interrumpieron la siesta y al ver el mitote se preguntó cuál era el origen de tal escándalo, se acercó corriendo al gentío y no reconoció que aquel ser espantoso que daba tumbos por la calle era su madre, como tampoco se dio cuenta cómo Felisa se le acercó murmurándole en la oreja izquierda: "ese mamarracho es tu hermano, Juan Jinete, a quién nadie reconoce porque está ebrio de carnaval" y luego plantó en su cabeza  lo urdido.

Cayó en la trampa Fernando y repasando el plan entró a la casa relamiéndose de pensar en el resultado. Al poco, poquísimo rato, salió disfrazado de alguacil del orden y con una voz desde lo más hondo, ordenó al engendro detener su marcha. Este no quiso obedecer ya que jamás entendió más órdenes que no fueran las de su intrínseca maldad. No hizo alto y el hijo, falso oficial, ordenó a la chusma  detenerlo por las malas o por las peores sin tener el viso de que se trataba de su madre.  Nada difícil contar  con el afán de una muchedumbre enardecida con la fiesta, la mala música y el vino. Cada quien agarró piedra, palo o lo que pudo y se dejaron ir contra la anciana, la cual se indigestó de tanta rabia ajena y dando un grito espeluznante, ante los oídos embotados de la gente, murió. ¿Qué sucedió en el instante en que Fernando Fuego se dio cuenta de que no acabó con Juan Jinete, su eterno rival e inevitable hermano, sino con la madre? ¿Sufrió temor o su alma se vió envuelta en un embotamiento simulacro de paz?

Conocemos que Juan logró darle fin a la madre y que Fernando jamás supo de la maquinación de su hermano y de Felisa. Nada más se consigna.
Algo es seguro: que muerto el perro no acabó la rabia.
Los hermanos habían cultivado su rivalidad tanta vida que es impensable creer que con la muerte de la madre terminara la riña

--
maríaelena

jueves, 9 de septiembre de 2010

LAS FOTOS DE EDUARDO, HABLAN

Te buscaba en el atardecer, porque recibí tu mensaje que decía: Sigue el susurro de nuestros ocho pétalos, Our love petals me asusté un poco, no creas, ya que no era la primera vez que recibía uno de tus llamados. Salí a dar la vuelta a la manzanaNo han llegado los que pintan casas a domicilio para pensar y, cuando lo hice, no tenía nada en claro, le dí una segunda vuelta y tampoco, pero llegando al final de la tercera, parecía más un maratón contra mí misma, que un paseo de reflexión, me dije: tómalo con calma porque ya sabes que, invariablemente, con este hombre, el elemento del juego No es seguir adelante a pasos y pasos,Pasos y pasos y nunca deja de jugar.



Está claro. Sabes que te seguiré y… “Te encontraré”, me dije. Y no peco si les platico a todos que siempre estamos comunicándonos sin palabras Pareja y que a pesar de las máscaras que usas, Where is my mask? en especial la de arlequín…yo te conozco. Tú y yo lo sabemos: en nuestros juegos el amor está en todas partes. Inicié mi búsqueda y sigo adelante y con el poder que me da esta inocente excusa para pasar por tu casa, Ya no sé con que inocente excusa pasar por tu casa para reconocer tus señas garabateadas en el muro de la céntrica calle, esa que cuenta nuestras viejas historias, que alguien sin conocernos ha grafiteado Black or white La pregunta ahora es ¿cuál de los dos habrá de animarse a echar el brinco primero?, porque seguro saltaremos en un impulso de fe y no seremos como las estatuas sobre el teatro, Haber cual se anima a echar el brinco primero que inmóviles permanecen, igual que en el pasillo 7 Pasillo 7 lo hacen la maceta y la mesa decorada.

Así que busco, camino, oteo… ¿seguiré la torre de la iglesia, la picudita Chata y picudita que señala algo en el cielo?, mmm... mejor sigo a la arcadammn la que me grita “estás a salvo en nuestro nuevo mundo”, esa que es suma de arcos o acueducto no lo sé, sólo es seguro que tienen vestigios de tiempo, pátina y aunque me duelen esos Duele manchones en azul y ocres porque son borrosos, se ven libres y para mí son como testigos mudos; como el baúl mudo también Está a salvo el que estaba junto a la puerta de cristales y el cacto, custodiados por las botellas de licor vacías… ay…¡que si todos hablaran…! Si hablara... Llevo tiempo buscándote, tanto en el desolado vacío como en el lugar más desértico entre la multitud, y a pesar de que llevo la lámpara, mi máquina de coser y el retrato antiguo, En el lugar más desértico entre la multitud me siguen los rojos, las hiedras y las sombras y, no te veo.

(Me he prometido que será nuestro un nuevo mundo en el que tú, Pintando una plática pintando una plática, barrerás los enconos con la escoba, que ahora tirada, te grita a limpiar Cleaning up Por lo pronto creo tener una pista para mi pesquisa: un fragmento de un auto viejo, oxidado y abandonado en la maleza, A moment lost que tiene a malos brochazos, un título a medias cubierto por el barro: “A moment lost” pero no sé que quisiste decir con esa seña y cuando me lo pregunto, imagino que ya estarás arriba junto los edificios largos y blancos viendo el valle desde la montaña Se pusieron a ver las montañas Allá abajo verás la ciudad pobremente iluminada, cuando la noche entera se hace muda escuchando una serenata urbana: la del guitarrista que llegó en su bici a cantarle a una mujer que viste como novia. Serenata urbana Y yo…te sigo buscando y ya llevo puesto mi sombrero rojo, porque atardeció y empieza a calar el frío, pero sigo sin encontrarte y aunque tengo señales que quedan a la vista Left / leftless hay partes que no se ven tan fácil. Alguien lo hizo en algo que un día ví Ya era todo sombras la vieja tarde Tardes antiguas cuando pregunté por ti a todo el mundo, pero nadie quiso oír.

Llegué al fin a la cima del cerro, Take it easy ese que tiene vocación de montaña y, con un poco de luz, que para esta noche es suficiente, me dijo mi loca mente en silencio: está allá, mira ahí mero, en donde está el foquito ese, en la casa esa… ¿foquito? …¡si hay miles de luces! Looking at the city pensé. No sé como le haré para atinar el rumbo, aunque reconozco que en mi situación poco es mucho, cuando con piedra o sin piedraCon piedra o sin piedra ya no caminará mucho más ya no caminaré mucho más y todo es desaliento.

Cansada me senté en donde las piedras llegan a platicar en el atardecer a la orilla del camino; ya no sé si estoy al principio o el final, pero recordando una pared de ladrillos formaditos, Manteniendo la compostura trato de mantener la compostura y, al echar un último vistazo quise poder gritar ¡te hallé! …decírtelo muy de cerca, bien alegre y… no era verdad y…no me imaginé que ahí me quedaría colgando. Puras sombras Y aunque es algo extraño, pero no Es algo extraño, pero no decidí darme tiempo para descansar ...un momento Un momento antes de continuar mi ronda hacia la luz de ese anochecer de luz dorada que me llevara a casa de nuevo…sin lograr rozarte.

Llegué a mi hogar, hambreada y sin ti, y me encuentro con que ¡Se quedó jetón Ramiro! vestido de ranchero y está borracho y, como siempre,… Se quedó jetón el Ramiro          dormido.

María Elena Gómez     septiembre 2010                      Fotos: Eduardo Visoso http://www.flickr.com/photos/edvisoso

miércoles, 1 de septiembre de 2010

LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS

Y viviéndote y respirándote de forma cotidiana,

sigo sin creer que esto que me sucede es mi personal revelación.

Soy incrédula…. ¿cómo explicarlo? es una sensación

de caída, de no lograrlo.

Tú sabes: Los milagros les suceden a los otros

Las ventajas son de otros

Los privilegios son siempre de los demás.

Por esto vivo en esta sensación de riesgo “a minutos de perderte”

Porque no creo en esta suerte perfecta de tu vida a mi lado;

de mi vida testigo de tus trabajos y tus días.

Y esta que soy desde siempre,

esta que decidió vivir exiliada de la vida,

se quiere negar el goce de vivir a tu lado.



María Elena Gómez

Verano 2005

martes, 17 de agosto de 2010

SÁBANA VIEJA

SÁBANA VIEJA



Tere, dame una sábana muy grande, pero que esté vieja, de esas casi transparentes de tela suave.



Hace más de un mes que mal como y mis noches son insomnio.

He buscado compañía, pero nadie desea estar con una mujer que vive calladamente su pasión.

Me siento sola, camino por mi casa como fantasma que juega con la sombra de su sombra. Tengo la culpa, porque un día me dejé llevar por la compasión por ambos y le dije que se fuera, que deseaba su felicidad aunque no fuera a mi lado. No era cierto, lo dije para salvar mi orgullo y satisfacer esa parte de amor que luchaba por ser generosa.

Me aconsejan que intente enamorarme, o juegue a que lo hago, para aligerar mi corazón. Pero... hay que sufrir a veces, con cierto sistema, claro. Hoy, por ejemplo he decidido regalarme una ilimitada sesión de llanto y así tener acceso al dolor y no me haga más daño.

No me veas así, vete, déjame prepararme y trae la sábana para secar mi llanto



Sobre un poema de Emilio Carballido

miércoles, 14 de julio de 2010

DESPEDIDA

María, te corrieron de tu casa y de tu sangre.

Ya no escucharás el canto de los grillos en el jardín nocturno

ni olerás la dulzura del aire de tu barrio.

No probarás más el pan de levadura de la nana Celia

ni te mecerás en la silla del patio trasero,

tampoco disfrutarás de los libros de tu padre.

Dejas unos cajones llenos de ropas útiles

y el tarro que usabas para calentar el te y la leche.

Afuera en el patio ya no recogerás las piñas,

y el pino, que defendiste con tu vida,

será convertido en leños a los que les negarán el fuego.

María, te echaron un viernes sin importar que fuera santo,

te aventaron sin tu bolso a la banqueta;

de golpe se cerró la puerta y

al subir al camión quedó herido el recuerdo.

María, ya te olvidaron, busca un nuevo jardín,

otros amores, otra casa, otro aire.

Al menos un naranjo con flores de futuro

POESÍA ES MI LENGUA

Abro mis labios, y deposito en la atmósfera un torrente de sol,
como un suicida que pone su semilla
en el aire cuando hace estallar sus sesos en el resplandor del laberinto.


Ya sé que el sol de la muerte me está haciendo girar en un eterno proceso
de rotación y traslación llamado falsamente Poesía.
A veces, como hoy, esta aparente confusión me hace reír a carcajadas.
Este torbellino de palabras volcánicas como una erupción,
que son una amenaza para los sacerdotes del soneto y el número.


Pero es un sol innumerable lo que me sale por la boca,
como un vómito de encendido carbón qué me abrasara las ideas y las vísceras.


Estoy perdido para el mundo,
aunque mi reino sean todos los mundos posibles,
porque yo soy el testigo de mi propia creación.
Mi creación es mi pasión. Por eso hago soplar los vientos
para que den testimonio de mis llamas.


Yo estoy en el medio de las pasiones que imitan la ululación de mi cólera,
porque de los apasionados es mi reino.
Cada lágrima derramada con pasión es un grano de arena robado al desierto del vacío.
Cada beso es una llama para el resplandor de los muertos.


Que el tiempo de los encantos es un baile de máscaras,
y nada vale rehuir su hechizo.
Las personas son máscaras; y las acciones juegos de enmascarados.
Los deseos, contribuyen al desarrollo normal de la farsa.
Los hombres denominan toda esta multiplicidad de seres y fenómenos,
y consumen el tesoro de sus días disfrazándose de muertos.


Yo vi el principio de esta especie de reptil y de nube.
Se reunían por la noche en las cavernas.
Dormían juntos para reproducirse.
Todos estaban solos con sus cuerpos desnudos.
En sus sueños volaban como todos los niños,
pero estaban seguros de su vuelo.


He nacido para conducirlos por el paso terrestre.
Soy la luz orgullosa del hombre encadenado.
Soy el torrente que echa a volar la moda y la costumbre,
y me encarno en los hombres de mil naturalezas
porque gusto mostrarme como un monstruo,
para que el hombre entienda cuándo soplan mis vientos.


Yo canto por la lengua de los arrebatados,
los que me identifican con su sangre y su rostro.


Todo hombre vuelve a mí cuando sube a buscar
el origen de su soledad que tanto lo alucina.
Cuando niños, los hombres me dan su corazón.
Después empiezan a podrirse,
y pierden el contacto con su animal sagrado.


El hombre que quería ser Dios, se está muriendo desde el comienzo de sus días.
El guerrero que quiso toda la superficie del planeta,
se está muriendo.
El hombre que soñaba
la conquista del sol, se está cada mañana obscureciendo.


Todo, y todo,
y todo
se está muriendo de sí mismo.


Pero yo soy el viento que sopla sobre el mar del tormento y del gozo.
El que arranca a los moribundos su más bella palabra.
El que ilumina la respiración de los vivientes.
El que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros sonámbulos.


Yo soy el viento de su origen
que sopla donde quiere.


Mis alas invisibles
están grabadas en su esqueleto.
En este instante,
todos los hombres están oyendo mi golpe y mi palabra,
pero los dejo en libertad.

De La miseria del hombre, 1948 Gonzalo Rojas Poeta Chileno

OSCURO

Cuando se pone negra la pantalla al final de una escena en el cine es un obscuro, también se llama fundido.

Oscuro, fundido, cambio de escena, final.

Cuando cierro los ojos, entro en un fundido farsante. Sí, desaparecen los objetos que me rodean como si todo dejara de existir, pero en mi mente no hay oscuro, no existe el fundido. Cierro los ojos y se inicia una danza loca de imágenes…que no son presente, no son futuro, ni siquiera pasado, son sólo locura, mezcla de tiempo, incoherencias, arrepentimientos, temores, sueños y pérdida...no hay oscuro sino un torbellino sucio e interminable.

Anhelo un fundido realmente oscuro, donde el silencio y la nada dominen. Quiero una oscuridad total, aunque dure un segundo, pero que su brevedad sea un presente eterno…de ser sin tener ni hacer; de sentir que la vida es perfecta….de no pensar.

Y, cuando abra los ojos, la luz sea sólo eso y de tal manera que vivir no sea tarea, ni riesgo, ni ventaja, ni muerte, ni nada

María Elena Gómez V. marzo 2010

MONTAÑA ES CORAZÓN

‘Montaña’ en el mundo mesoamericano es el nombre por excelencia, es el prefijo que designa a las ciudades más importantes, y expresa con una metáfora que el nombre es algo profundo, porque es el corazón.

Es de todos conocido que la sabiduría la adquieren los profetas en las montañas, las cuales son emblema de la misma –casi siempre- o de purificación. Moisés subió a una y ahí obtuvo las tablas de la ley, igualmente Hammurabi. Raymundo Lulio subió al monte Randa después de su vida disoluta y tuvo una visión de sabiduría, Lulio es el cabalista que unió los tres libros sagrados: Corán, Torá y Biblia. Mahoma también recibe la iluminación en An-Nur en la cueva de Hira. La piedra sagrada en La Meca es un meteoro que hace las veces de betilo . El monte Tabor es una montaña de sabiduría y misticismo para los judíos. Los dioses habitan en el Olimpo y es en una montaña en donde encalla el Arca de Noé. Los lamas habitan en el Himalaya y
el maestro Usui recibió los símbolos sagrados para la sanación del Reiki en una montaña.
Los Aztecas salieron de una cueva que está dentro de una cerro llamado Culhuacan (cerro jorobado) y Coatlicue sube a una montaña para ser purificada. El Tepeyac , era una de tantas prominencias que se asociaban a esta vieja madre, para luego, confundida, en el sentido de fusionado, con la religiosidad hispana, en lugar de la madre del dios colibrí se corona a la virgen de Guadalupe; son las pirámides representación de escalones al cielo. Jesús, el Cristo entrega su vida en el Gólgota, inicio de la jornada en donde nos muestra que vence a la muerte.

En canciones, mitología, poemas y cuentos encontramos la montaña, arquetipo de iluminación, de cercanía con los dioses o residencia de los mismos, símbolo del hombre como reto a alcanzar su cúspide y bajar victorioso de la ignorancia, la enfermedad y la muerte.

A la montaña se corresponde siempre el arquetipo de una cueva, que es conducto al inframundo. Sin embargo, me gusta más la interpretación de la cueva como símbolo del viaje al interior de uno mismo, el regreso al útero. Hacía arriba, hacia el cielo la cima; hacia abajo, la montaña invertida, la sima. Cima y sima. Es también el pozo arquetipo y fuente de ciencia, de algunos hombres ilustrados se dice: “es un pozo de sabiduría”. En el relato de José, en la Biblia, el pozo es símbolo del claustro materno, en él es arrojado por su hermano en una forma metafórica de decretarle: “Tú nunca naciste” es el mismo hermano quien lo saca y lo vende a los mercaderes dándole así la oportunidad de renacer.
Quiero hablar ahora de una montaña que quiso construir Rubén Jasso, artista local, a la orilla de la presa del Palote:
Nos invitó a aventar una piedra en un lugar por el elegido, así cada uno sumaríamos hasta hacer crecer el monte. Tenía un sentido fundacional participativo y al hacerlo de piedras le reconocía el valor de eternidad ¿Percibió el artista nuestra carencia de corazón? ¿Qué pasó con el proyecto? ¿No escuchamos su invitación? ¿A muy pocos les importó el sentido de la eternidad hecha montaña? No sé. Yo puse una piedra que encontré a la orilla del camino, tenía tonos grises, azules y verdes e increíblemente la forma de un corazón, la arrojé al monte naciente y, después, cuando volví al cabo de algunos meses ya no existía. Desapareció el monte y con él mi corazón de piedra. Hay montañas que se quedan en embrión, cerritos que no llegan a ser montañas.
Con Thomas Mann la montaña es el camino de la salud a través de la enfermedad y está muy conectado al concepto de tiempo, tiempo que se detiene adquiriendo así su verdadero significado. Ahí, al hacer cosas esenciales  más que detenerse deja de existir. En la montaña mágica no hay tiempo.
A leer la montaña mágica podemos aprender lo que aprendió Hans Castorp, que la perfecta salud se adquiere mediante la experiencia profunda y personal de la enfermedad y necesario es pues rendirse antes de ser redimidos. Así pues como dice el protagonista, hay dos caminos para vivir: uno, el común y directo –quizá el más fácil- y el otro, que nos invita a subir la montaña. Es arduo, peligroso pero acrisola, en ese camino el tiempo no es ya nuestro enemigo deja de existir brindando la ocasión de experimentarnos en ese paso de cabras, risco y desfiladero, única puerta hacia el conocimiento, la salud y la vida
                                                           31 de agosto del 2009
Maria Elena Gómez

¿CUÁNTAS VIDAS?

Te reclamo por mi amor
aunque se demore muchas vidas
nuestro encuentro.

Mucho debemos aprender,
mucho debemos olvidar
hasta que llegue el tiempo
de amarnos.

Pero llegará el tiempo
¡oh sí!
EL tiempo llegará.

María Elena Noviembre de 1996

DUELO

La noche huele a ozono y a tristeza. La noche se astilla con rayos que desgarran y hay olor a muerte. El trueno asola el alma y en las calles, antes de caer la tormenta, rueda el desconsuelo.

Me duele tanto el dolor, que se me han cerrado de golpe todas las ventanas y los caminos ahora son de petróleo virgen que ennegrece el paso de mi abandono. Es ocasión paridora del pecado original, ya las sombras hablan de lujuria que no tiene rumbo ni destino y es enemiga de la dicha profunda.

Se agota el tiempo, lo sé porque me entrego sin piedad a un cuerpo que me usa sin futuro. Se lamenta la tierra desde lo hondo con un grito de llanto largo tiempo contenido mientras se bebe la vida que abortamos, la que nunca será.

Por ella llora, ya sin lágrimas, el viento.

Se secó el cielo, la tierra quedó llorada y si hay mañana ya no importa.

La luna se ausentó por nueva y en el toronjo canta el búho.

Esta noche se ha envuelto en crespones de luto.

María Elena Gómez

ILAPSO

Sufres de mutación cíclica y,
en este momento, estás en un
confinamiento de insondable letargo.

Tus ojos con mecánicas pestañas,
se aturden viendo un piso burgués con
porcelanas y lámparas nouveau

Mientras profundo te recoges,
tu tierra es una franja remota
que olvidas en un silencio indiferente.

Vienen a tu mente sombras de
cortinas hechas con meandros de bolillo…
recuerdos que te atraviesan como
si fueras de agua y,
mirando tu cuaderno forrado en seda,
te abrazas en lánguido sopor.

No quieres salir del viaje taciturno
en tu sofá de cuero ruso,
te sientes intangible como si fueras
un aire suspendido y calmo.

Sin querer, adviertes una grieta en el
muro medianero y a través de ella
te ves a ti misma sin retorno:
de oro la ropa, la piel y la indómita mirada …
liberada en otra tierra.

María Elena.
2 de Marzo

SOY OTRA

Este paisaje es el mismo sin ti,
pero vacío está de árboles,
de senderos y de fuentes...
La sombra pretexta la cara amiga de la luna.


Esta casa es la misma sin ti,
pero está sin sabor la mesa
y el hogar sin brasas.
Sólo duermevela hay en la cama.


Esta ciudad es la misma sin ti,
pero no vibra la música en el kiosco
ni llama la campana.


Esta soy yo, creyendo ser la misma sin ti,
pero me extraño, soy ajena a mi mirada,
en realidad...soy otra.

Maria Elena Gómez

SONETO AL AMOR

Un soneto al amor no es cosa viable,
enrejar los suspiros con la pluma
es pretender armarse con la bruma
y permitir que el corazón sea amable

Confiar en que en las letras sea abarcable
sin que pierda la miel ni se resuma
querer rimar amor, verso y espuma
sabiendo es sentimiento inexplicable.

Un soneto al amor es obsoleto
Pero el amor esta siempre de moda.
Quiero decirlo con un verso recto

Que si el amor no asoma por mi oda
y al yo rimar me ponga en un aprieto
me conforme si logro una rapsoda


Maria Elena Gómez

COMO JAIME SABINES

Voy a guardar este día entre las horas para siempre:
el cuarto a media luz, el silencio y el frío.
Tú a mi lado iniciando el amor y
luego sobre mí, el fluir claro e inexorable
que es el principio de la vida,
manantial primitivo, perfumado y puro.
Nadie ha de sentir su tersura inigualable
y bañarse con él.
Sólo yo en esta noche
que voy a guardar entre las horas para siempre

RAÍZ DEL MIEDO

Acostada estoy y en mis heridas,
huelo al miedo... la raíz del miedo.
Está clavada en el centro de mi cuerpo.

Sentimiento inútil que tiene sus raíz en el orgullo,
miedo de que este amor se convierta en una
guerra estúpida que no sepamos en donde comenzó.

En la raíz del miedo mal nacido vive la creencia
de que el tiempo existe, y que es un enemigo
sin manos y sin rostro.

Lo huelo y temo que me atrape en un laberinto,
mitológico e íntimo, que me lleve a la pesadilla
de tu ausencia...esa... que no existe.

Miedo

DOS PLUMAS

Ayer me compré dos plumas especiales:
una negra, otra azul.
Las voy a usar para escribir de amor
de muerte y de poesía.
El negro para cuando esté triste,
el azul para escribir sentimientos radiantes,
como los de hoy.

martes, 13 de julio de 2010

TRENCITO

TRENCITO
Va el trencito de Santiago hacia Parral, y es un tren contento,
Porque su pitido –que es constante- es como si alguien fuera soplando un instrumento;
casi parece que  va a iniciar una melodía sinfónica sin autor o ¿quién lo sabe...?
 una de esas obras clásicas, en donde predominan los sonidos de metales.
Alegre el tren, bello el paisaje: al fondo la Cordillera tan cercana, nieve...luego vides, parrales, álamos, poblados, carreteras, caminos, puentes,…luego árido… y de nuevo álamos, verde, nieve, vides, campos y parrales…
...y el trencito cantando, tocando su clarín y su trompeta
en cada cruce se anuncia soplando sus metales.
Vamos a Parral, estoy contenta. Ya pasó lo peor, lo más difícil:
 la operación y la inicial convalecencia.
 Mas que contenta estoy dichosa,
                                por estar viva,
                                      por estar sana,
                                            porque estoy en el presente
                                                     y veo el futuro.
Sigue pitando el tren, y yo, en silencio, voy cantando.
 Quiero  llegar a Parral  y seguir...
 caminando en el campo,
 gozando las estrellas,
 abrazarte de nuevo y simplemente vivir.

martes, 30 de marzo de 2010

KONSTANDINOS KAVAFIS I POLIS

Konstandinos Kavafis

Konstandinos Kavafis (1863-1933) nació y murió en Alejandría. Fue el último, de nueve hijos, de una pareja de prósperos comerciantes fanariotas de Constantinopla. Su padre, Pedro Kavafis, se había casado a mediados de siglo con una muchacha de catorce años, Khariklia Potiadis, hija de un rico mercader en diamantes que decía descender de un obispo de Cesárea y de un príncipe de Samos. Después de su matrimonio se estableció en Liverpool, donde tenía una casa de exportación de telas e importación de algodón. En mil ochocientos cincuenta y cuatro se mudaron a Alejandría para establecer una sucursal de su negocio. Pedro Kavafis murió en mil ochocientos setenta, cuando Konstandinos tenía siete, dejando una escasa fortuna, luego de haber sido uno de los más ricos comerciantes de la ciudad. Tres años después, Khariklia decidió regresar a Liverpool en un intento por rehacer la fortuna de su marido, pero la inexperiencia de sus hijos los llevó a la ruina definitiva, teniendo que volver a Alejandría en mil ochocientos setenta y nueve.

Los siete años que Kavafis pasó en Inglaterra -entre los nueve y los dieciséis-, fueron definitivos para su formación. Aprendió inglés, conoció las costumbres victorianas, escribió sus primeros poemas y se familiarizó con los escritos de Shakespeare, Browning y Wilde, de quienes hay resonancias en sus versos.





I POLIS


Terminado el viaje, consciente o no, en la ciudad que cada uno llevamos, terminaremos nuestros días.
Consumido el tiempo que nos fue dado, si no alcanzamos la riqueza que da el conocimiento,
no habrá nuevos puertos y todas la partidas serán inútiles:

y dices:

«Iré a otra tierra, a otro mar,

otra ciudad mejor que ésta encontraré.

Todos mis esfuerzos son una condena y

casi muerto está mi corazón.

¿Hasta cuándo podré, aquí, languidecer?

Adonde vea, cualquier cosa que mire,

veo las negras ruinas de mi vida aquí

donde he gastado tantos años,

desperdiciados, destruídos totalmente»

No encontrarás otra tierra, otro mar.

La ciudad te perseguirá.

Caminarás las mismas calles, envejecerás en los mismos barrios,

en las mismas casas encanecerás.

Aquí terminarás, no esperes nada mejor.

No hay barco para ti, no hay camino.

Como has destruido aquí tu vida,

en esta angosta esquina de la tierra,

así las has destruido en todo el mundo.

Konstandinos Kavafis

domingo, 21 de marzo de 2010

Líderes

En la película Invictus tenemos la oportunidad de recordar y conocer un poco más a un gran líder, sé que ahora se renueva la idea de la necesidad de guías en el país, necesidad de líderes. En México hemos tenido grandes, para mi gusto Maquío lo fue y su labor sigue trascendiendo su partida. Vicente Fox nos llevo con su liderazgo a concretar la tan dicha frase "si se puede".
Creo que en nuestra comunidad más que lideres, necesitamos encontrar que la verdadera guía es interior y que mientras sigamos durmiendo y sordos a nuestra misión, no hay líder que nos pueda llevar a salir de nuestra situación.
Seamos líderes cada uno, seamos creativos y emprendedores, no esperemos a que vengan y nos tomen de la mano como niños, o que un Mesías nos salve.
¿cómo la ves