lunes, 26 de septiembre de 2011

PERFUME



      Al verlo de lejos me gustó a pesar de que lo imaginé muy diferente: esperaba a un señor mayor con traje formal. Pero era joven, vestía jeans, playera negra desteñida en la que vi una leyenda bajo un dibujo indescifrable; algo me hacía pensar que era su uniforme en la vida para pasar desapercibido. Una vez que estuvimos frente a frente me sorprendió su perfume que no casaba con su vestuario pero no chocaba con su personalidad. 
     Desde niña me han gustado los aromas a madera. Me llevan en un instante a mi infancia en la sierra. A eso olía, y a humo. Se dedicaba a la venta de monedas, medallas, cadenitas y diversos objetos de oro; desde chucherías hasta piezas valiosas.

      Mi hobby de adolescente fue la colección de timbres, cuando crecí me cansé de juntar sellos mal despegados y decidí coleccionar monedas antiguas...o de las que fueran, en verdad. Cuando le conté a un amigo de mi nueva afición, me contó de este hombre y me invitó a que fuéramos al café Monarca para presentármelo y, si yo lo deseaba, me enseñara lo que traía en venta.

    Siempre confío en los demás y en ocasiones me sucede que me doy de topes por ingenua. Me pasó de nuevo. Eventualmente le compraba fruslerías que no me interesaban, además de invitarle un capuchino con tal de amparar su promesa de que me traería una moneda, que afirmaba era una pieza sorprendente. Al cabo de varias reuniones me cansé de su incumplimiento y empecé a ver su faceta de tipo pegajoso, lo malo es que no sé desprenderme de gente así aunque me moleste. Sumé mi debilidad a la causa: abrir con una pieza de valía mi colección.

    Me reuní con él varias tardes con tal de ver y comprar la moneda que, contaba, era española, de plata, acuñada en el siglo XVII ... -¡un garbanzo de a libra! decía con entusiasmo. Sin embargo nunca llevaba con él la pieza y mi aguante estaba llegando al límite.

   Aunque al conocerlo confié (creo que por su perfume de maderas) luego descubrí su modo de actuar: estirar el tiempo, crear expectativas, tomar su café gratis...  A estas alturas pensaba en él con desagrado.


   Al darse cuenta de que yo estaba a punto de abandonar perdiendo la oportunidad de seguir vendiéndome sus baratijas con su promesa de la grande, me llamó para reunirnos.
   Después de tomarse con toda calma dos capuchinos sacó la moneda de una bolsita de terciopelo. Se me fueron los ojos cuando la vi pero disimulé agachando la cabeza -que no note mi interés... pensé-. Sin embargo me traicionaban mis manos que jugaban a tratar de desollarse. Hábil en el mercadeo supo que poco me faltaba para caer. -"...una bicoca, 'amiga', precio bajísimo de super oportunidad ...se lo merece; claro está... se ve que sabe valorar ...no a cualquiera se la vendería...pero me cae re-bien. Además, los amigos de Chepe son mis amigos y..." - No paraba con toda esa palabrería que domina al trapicheo. -"...si la quiere, haré el sacrificio de desprenderme de ella ¡se la vendo!  por tratarse de usted en $23,600 pesos... ¡un re-ga-lo! " terminó diciendo en un susurro en mi oreja que me salpicó de saliva, pero a tiempo detuve mi impulso de limpiarme, no quería que por ese gesto se viniera abajo el trato. Al fin nos pusimos de acuerdo. Le entregué un cheque, se tomó el café del estribo, me pidió dos cigarros y, como siempre, yo pagué la cuenta.

    Pasaron los días, fui dejando para mañana y después ir a certificar el valor de mi compra. Finalmente hice la cita con el valuador, quién al revisarla me informó que no era lo que yo pensaba. "Es una moneda falsa -dijo- troquelada en acero, copia de la española original."

      ¡Oh no! ¡Qué tonta!

      Haciendo un balance... perdí en la ganga
      Por otro lado gané... la vergüenza de verle la cara a mi ambición.