miércoles, 14 de julio de 2010

MONTAÑA ES CORAZÓN

‘Montaña’ en el mundo mesoamericano es el nombre por excelencia, es el prefijo que designa a las ciudades más importantes, y expresa con una metáfora que el nombre es algo profundo, porque es el corazón.

Es de todos conocido que la sabiduría la adquieren los profetas en las montañas, las cuales son emblema de la misma –casi siempre- o de purificación. Moisés subió a una y ahí obtuvo las tablas de la ley, igualmente Hammurabi. Raymundo Lulio subió al monte Randa después de su vida disoluta y tuvo una visión de sabiduría, Lulio es el cabalista que unió los tres libros sagrados: Corán, Torá y Biblia. Mahoma también recibe la iluminación en An-Nur en la cueva de Hira. La piedra sagrada en La Meca es un meteoro que hace las veces de betilo . El monte Tabor es una montaña de sabiduría y misticismo para los judíos. Los dioses habitan en el Olimpo y es en una montaña en donde encalla el Arca de Noé. Los lamas habitan en el Himalaya y
el maestro Usui recibió los símbolos sagrados para la sanación del Reiki en una montaña.
Los Aztecas salieron de una cueva que está dentro de una cerro llamado Culhuacan (cerro jorobado) y Coatlicue sube a una montaña para ser purificada. El Tepeyac , era una de tantas prominencias que se asociaban a esta vieja madre, para luego, confundida, en el sentido de fusionado, con la religiosidad hispana, en lugar de la madre del dios colibrí se corona a la virgen de Guadalupe; son las pirámides representación de escalones al cielo. Jesús, el Cristo entrega su vida en el Gólgota, inicio de la jornada en donde nos muestra que vence a la muerte.

En canciones, mitología, poemas y cuentos encontramos la montaña, arquetipo de iluminación, de cercanía con los dioses o residencia de los mismos, símbolo del hombre como reto a alcanzar su cúspide y bajar victorioso de la ignorancia, la enfermedad y la muerte.

A la montaña se corresponde siempre el arquetipo de una cueva, que es conducto al inframundo. Sin embargo, me gusta más la interpretación de la cueva como símbolo del viaje al interior de uno mismo, el regreso al útero. Hacía arriba, hacia el cielo la cima; hacia abajo, la montaña invertida, la sima. Cima y sima. Es también el pozo arquetipo y fuente de ciencia, de algunos hombres ilustrados se dice: “es un pozo de sabiduría”. En el relato de José, en la Biblia, el pozo es símbolo del claustro materno, en él es arrojado por su hermano en una forma metafórica de decretarle: “Tú nunca naciste” es el mismo hermano quien lo saca y lo vende a los mercaderes dándole así la oportunidad de renacer.
Quiero hablar ahora de una montaña que quiso construir Rubén Jasso, artista local, a la orilla de la presa del Palote:
Nos invitó a aventar una piedra en un lugar por el elegido, así cada uno sumaríamos hasta hacer crecer el monte. Tenía un sentido fundacional participativo y al hacerlo de piedras le reconocía el valor de eternidad ¿Percibió el artista nuestra carencia de corazón? ¿Qué pasó con el proyecto? ¿No escuchamos su invitación? ¿A muy pocos les importó el sentido de la eternidad hecha montaña? No sé. Yo puse una piedra que encontré a la orilla del camino, tenía tonos grises, azules y verdes e increíblemente la forma de un corazón, la arrojé al monte naciente y, después, cuando volví al cabo de algunos meses ya no existía. Desapareció el monte y con él mi corazón de piedra. Hay montañas que se quedan en embrión, cerritos que no llegan a ser montañas.
Con Thomas Mann la montaña es el camino de la salud a través de la enfermedad y está muy conectado al concepto de tiempo, tiempo que se detiene adquiriendo así su verdadero significado. Ahí, al hacer cosas esenciales  más que detenerse deja de existir. En la montaña mágica no hay tiempo.
A leer la montaña mágica podemos aprender lo que aprendió Hans Castorp, que la perfecta salud se adquiere mediante la experiencia profunda y personal de la enfermedad y necesario es pues rendirse antes de ser redimidos. Así pues como dice el protagonista, hay dos caminos para vivir: uno, el común y directo –quizá el más fácil- y el otro, que nos invita a subir la montaña. Es arduo, peligroso pero acrisola, en ese camino el tiempo no es ya nuestro enemigo deja de existir brindando la ocasión de experimentarnos en ese paso de cabras, risco y desfiladero, única puerta hacia el conocimiento, la salud y la vida
                                                           31 de agosto del 2009
Maria Elena Gómez

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