miércoles, 14 de julio de 2010

DUELO

La noche huele a ozono y a tristeza. La noche se astilla con rayos que desgarran y hay olor a muerte. El trueno asola el alma y en las calles, antes de caer la tormenta, rueda el desconsuelo.

Me duele tanto el dolor, que se me han cerrado de golpe todas las ventanas y los caminos ahora son de petróleo virgen que ennegrece el paso de mi abandono. Es ocasión paridora del pecado original, ya las sombras hablan de lujuria que no tiene rumbo ni destino y es enemiga de la dicha profunda.

Se agota el tiempo, lo sé porque me entrego sin piedad a un cuerpo que me usa sin futuro. Se lamenta la tierra desde lo hondo con un grito de llanto largo tiempo contenido mientras se bebe la vida que abortamos, la que nunca será.

Por ella llora, ya sin lágrimas, el viento.

Se secó el cielo, la tierra quedó llorada y si hay mañana ya no importa.

La luna se ausentó por nueva y en el toronjo canta el búho.

Esta noche se ha envuelto en crespones de luto.

María Elena Gómez

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