Te buscaba en el atardecer, porque recibí tu mensaje

que decía:
Sigue el susurro de nuestros ocho pétalos,

me asusté un poco, no creas, ya que no era la primera vez que recibía uno de tus llamados. Salí a dar
la vuelta a la manzana
para pensar y, cuando lo hice, no tenía nada en claro, le dí una segunda vuelta y tampoco, pero llegando al final de la tercera, parecía más un maratón contra mí misma, que un paseo de reflexión, me dije: tómalo con calma porque ya sabes que, invariablemente, con este hombre,
el elemento del juego
es seguir adelante a pasos y pasos,

y nunca deja de jugar.
Está claro. Sabes que te seguiré y…
“Te encontraré”, me dije. Y no peco si les platico a todos que siempre estamos
comunicándonos sin palabras 
y que a pesar de las
máscaras que usas,

en especial la de arlequín…yo te conozco. Tú y yo lo sabemos: en nuestros juegos el amor está en todas partes. Inicié mi búsqueda y sigo adelante y con el poder que me da
esta inocente excusa para pasar por tu casa, 
para reconocer tus señas garabateadas en el muro de la céntrica calle, esa que cuenta nuestras viejas historias, que alguien sin conocernos ha
grafiteado 
La pregunta ahora es ¿cuál de los dos
habrá de animarse a echar el brinco primero?, porque seguro saltaremos en un impulso de fe y no seremos como las estatuas sobre el teatro,

que inmóviles permanecen, igual que
en el pasillo 7 
lo hacen la maceta y la mesa decorada.
Así que busco, camino, oteo… ¿seguiré la torre de la iglesia,
la picudita 
que señala algo en el cielo?, mmm... mejor sigo a
la arcada…

la que me grita “estás a salvo en nuestro nuevo mundo”, esa que es suma de arcos o acueducto no lo sé, sólo es seguro que tienen vestigios de tiempo, pátina y aunque
me duelen esos

manchones en azul y ocres porque son borrosos, se ven libres y para mí son como testigos mudos; como
el baúl mudo también

el que estaba junto a
la puerta de cristales y el cacto, custodiados por las botellas de licor vacías… ay…¡que si todos hablaran…!

Llevo tiempo buscándote, tanto en el desolado vacío como en el lugar más desértico entre la multitud, y a pesar de que llevo
la lámpara, mi máquina de coser y el retrato antiguo,

me siguen los rojos, las hiedras y las sombras y, no te veo.
(Me he prometido que será nuestro un nuevo mundo en el que tú,
pintando una plática, barrerás los enconos con la escoba, que ahora tirada, te grita
a limpiar 
Por lo pronto creo tener una pista para mi pesquisa: un fragmento de un auto viejo, oxidado y abandonado en la maleza,

que tiene a malos brochazos, un título a medias cubierto por el barro: “
A moment lost” pero no sé que quisiste decir con esa seña y cuando me lo pregunto, imagino que ya estarás arriba junto los
edificios largos y blancos viendo el valle desde la montaña 
Allá abajo verás la ciudad pobremente iluminada, cuando la noche entera se hace muda escuchando
una serenata urbana: la del guitarrista que llegó en su bici a cantarle a una mujer que viste como novia.

Y yo…te sigo buscando y ya llevo puesto mi sombrero rojo, porque atardeció y empieza a calar el frío, pero sigo sin encontrarte y aunque
tengo señales que quedan a la vista
hay partes que no se ven tan fácil.

Ya era todo sombras la vieja tarde

cuando pregunté por ti a todo el mundo, pero nadie quiso oír.
Llegué al fin a
la cima del cerro,

ese que tiene vocación de montaña y, con un poco de luz, que
para esta noche es suficiente, me dijo mi loca mente en silencio: está allá, mira ahí mero,
en donde está el foquito ese, en la casa esa… ¿foquito? …¡si hay miles de luces!

pensé. No sé como le haré para atinar el rumbo, aunque reconozco que
en mi situación poco es mucho,
cuando con piedra o sin piedra
ya no caminaré mucho más y todo es desaliento.
Cansada me senté en donde las piedras llegan a platicar en el atardecer a la orilla del camino; ya no sé si estoy al principio o el final, pero recordando una pared de ladrillos formaditos,

trato de mantener la
compostura y, al echar un último vistazo quise poder gritar ¡te hallé! …decírtelo muy de cerca, bien alegre y… no era verdad y…no me imaginé que ahí me quedaría
colgando.
Y aunque es algo extraño, pero no 
decidí darme tiempo para descansar ..
.un momento 
antes de continuar mi ronda hacia la luz de ese anochecer de luz dorada que me llevara a casa de nuevo…sin lograr rozarte.
Llegué a mi hogar, hambreada y sin ti, y me encuentro con que
¡Se quedó jetón Ramiro! vestido de ranchero y está borracho y, como siempre,…

dormido.
María Elena Gómez septiembre 2010 Fotos: Eduardo Visoso http://www.flickr.com/photos/edvisoso