jueves, 20 de septiembre de 2012

"LOS GOLFOS"




Mi barrio tenía una pandilla. Se llamaban 'Los Golfos'. Jóvenes-casi niños- que eran enemigos a muerte de la pandilla de los jóvenes del barrio del Coecillo. Yo era una niña, más que ellos, y ya escuchaba de picados, de encontronazos de sangre y muerte. No era raro ver difuntos tendidos en las salas de las casas, abiertas de parar en par sus puertas, para que todos los vecinos acudieran al duelo.

Ahí pasó mi infancia.

Nuestra casa estaba orientada hacia la estación del ferrocarril,  y entre esta y mi mundo había un parque que no merecía ese nombre, porque no había verde, flores o juegos. Era un lugar polvoriento, lleno de basura, guarida de uno de los dos marihuanos de mi ciudad, (el otro la tenía en el parque Hidalgo). También había terrenos baldíos, bodegas y dos calles empedradas.


Cada año llegaban los gitanos y hacía su campamento en la esquina de enfrente. Los adultos nos asustaban al contarnos cosas horribles de ellos: "...se roban a los niños, los venden y a veces se los comen". Nunca tuve el valor  de desobedecer a mis padres para ir a visitarlos, aunque moría de ganas porque  me leyeran la mano, porque podía más mi miedo al imaginar uno de mis dedos en un taco.


A pesar de la mala fama de la pandilla de mi barrio, yo no les tenía miedo, eran compañeros de juego de mis  hermanos y e
n contra de mi familia no había de parte de los Golfos de San Miguel resentimientos ni guerra.


Ahora adulta quisiera volver a estar en ese lugar en las orilla sur de mi ciudad, volver a vivir en el barrio, que de nuevo fuera guarida de marihuanos y gitanos y, que al escuchar el silbato del tren y el grito de ¡Gol! de los Golfos en la portería de mis hermanos, volver a dormir tranquila.



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