Quiero comerme un maguey completo.
No de los que hay en el rancho, sino de los que están en papel encerado.
Quiero comerlo entero, como los que vende la “Vaca”; el furgón que desde mi infancia muge, anunciando que llega con su carga de delicias. Lo escucho, y sin importar lo que esté haciendo, corro. ¡Qué delicia! Pan dulce de la "Vaca"
Son dos galletones pegados con una pizca de mermelada, cubiertos de crema blanca batida con azúcar y coco rayado. Arriba merengues en tres colores: verde, blanco y rosa y, en el centro de las pencas verdes, jalea roja, simulando una cereza.
¡Todo simulación! Y cinco mil calorías.¡Llégale, ánimo! Una y más mordidas: penca, galleta, crema azucarada, coco, mermelada y todo el resto.
Comerlo es un arte: hay que abrir mucho la boca, para que la mordida sea completa; intentar no embarrarse la nariz, batirse en crema los dedos. Disfrutar sin empalago es imposible. Por último, la más sutil de las artes: mentirme que lo hago porque me lo merezco y que una vez al año no hace daño.
Lo malo es yo los como tres veces por semana.
El maguey de la "Vaca”, ¡es mi perdición!
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