Cuento
Veía mi esfera cuando de pronto escuché un muy suave sonido metálico como algo que se dobla, la revisé buscando la causa del casi imperceptible ruido y noté que había sufrido un pliegue inexplicable latitud norte, que al pasar al sur de donde se señala mi pueblo lo acercó a Puebla; era una arruga horizontal casi paralela al dobladillo que tiene mi globo en la cintura.
Estaba extrañada…en eso se arrugó pero ahora en sentido meridiano, se cruzaron las dos fallas y un minúsculo pedazo de esmalte cayó sobre la mesa, era una costrita azul que tenía un pequeño punto y algo de letras que no alcanzaba a leer… ¿se cayó un algo de mar o… una nadita de tierra? Tomé mi lupa y me acerqué a verla sobre la mesa…I. de Pascua. ¡Se cayó de mi planeta la Isla de Pascua y su ribete de mar!
En tanto, mi globo seguía estremeciéndose y más arrugas se sumaban a los anteriores, unas iban de norte a sur, otras estrujaban al globo como un cincho, algunas más osadas no respetaban los meridianos ni paralelos y se cruzaban este/oeste o viceversa, era ser testigo de un enjambre de pequeños terremotos. Mi globo al plegarse se achicaba…se fruncía… a esa hora León ya estaba a un paso del canal de Panamá en tanto sucedían más microscópicos sacudimientos, más dobleces, más rugosidades… la nieve austral comenzó a invadir el Amazonas; la cordillera del Himalaya pasó sobre la India ahogándose en el mar; Australia desapareció enterita en un gran encogimiento mientras Europa era sepultada bajo la arena del Sahara.
Quise girar el globo pero estaba tan deforme que chirriaba en sus ejes y tanto jalaba sus pivotes que amenazaba caerse. Escudriñé de nuevo el punto que señalaba mi ciudad: se hallaba en el hemisferio sur, ¡nuevas coordenadas y fronteras!, al este Montevideo, al norte Cajamarca, al sur Parral y al oeste, ¡Oh! se cumplía nuestro sueño… ¡León a la orilla del mar!
Finalmente logró mi globo escaparse de su arco de plástico con grados incluidos, cayó sin estrépito en la mesa y al ir rueda que no, hizo un último esfuerzo y abriéndose por una línea al oeste de Samoa se empezó a extender perdiendo su redondez, exhalando un mineral suspiro se dejó caer en lo que ahora era sólo simulación de curva desmayada y mansas arrugas. Su acomodo final fue tan dócil como el caer de una pluma. Rescató a su isla perdida y al fin pudo ser lo que siempre ha sido: un pañuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario