
Hoy he amanecido con miedo.
-¿De qué?- me preguntó la nana Melda.
-De lo que no he hecho, de lo que no quiero hacer, Nana- le he dicho.
-Tú sabes…No, no lo sabes, o te haces la desentendida cuando te pido que lo hagas en mi lugar. Hay que subir al desván, a la torreta que mi madre llamaba desván y que de niña tanto me gustó y ahora me aterra. Ahí encontraré lo que quise perder cuando era niña, cuando la Nena dependía de mis cuidados y yo era tan incapaz de protegerla de eso que tanto la dañaba.
-Me cuentas que nos mudaremos Melda ¿Por qué tengo que dejar esta casa? ¡dime! ¿Te parece que hay justicia?, si mi abuela dijo que esta casa era mía, -no cuando lo dijo, claro-, cuando ella muriera-. Ya murió ¿qué no?
Loca no estoy, eso es seguro, tal vez desorientada; indudable, pero loca no. Loca la Nena. Cuando se dio cuenta que lo perdía todo. Ya había perdido lo más, que al fin era lo menos, y luego perdió la poco que le quedaba, que era lo más y tardó en dar cuenta.
-...tengo miedo de volver al desván.